En pleno Pantanal brasileño, uno de los mayores santuarios de biodiversidad del planeta, se vive una escena tan insólita como hermosa: una garza estriada se posa sobre un nenúfar Victoria, cuyas hojas circulares pueden superar los tres metros de diámetro y sostener hasta 40 kilogramos sin hundirse.

Pequeña pero ingeniosa, la garza aprovecha esta hoja flotante como atalaya para cazar.

Desde allí, inmóvil y camuflada entre verdes y grises, espera el momento perfecto para lanzar su ataque.