Pocas flores tienen un legado tan refinado como el iris en Japón.

En los jardines de Tokio, esta planta ha sido símbolo de protección y renovación desde el periodo Heian (794–1185).

En mayo, cuando florece en su máximo esplendor, espacios como Meiji Jingu o Koishikawa se tiñen de púrpura, azul y blanco, atrayendo a miles de visitantes.

El Hanashōbu, o iris japonés, no es solo una joya botánica: tradicionalmente se le atribuían propiedades para alejar los malos espíritus.

Sus hojas, alargadas como espadas, evocaban fuerza y vitalidad.